Portada  |  19 enero 2019

"He Vivido": Emma, la vida después del amor

Miguel, su esposo, falleció hace tres meses atrás, estuvieron 63 años juntos. Ella lo recuerda con una sonrisa.

Informes Especiales

Emma Barale tiene 90 años, nació en Bernardo Larroude, provincia de La Pampa, un pueblo rural. Sus padres tenían un tambo y toda la familia trabajaba, ella era la más chica de cinco hermanos. Eran muy pobres, ella recuerda que durante su infancia sólo tuvo un muñeco: “Panzón”, que estaba hecho de gamuza (recién con la llegada de Evita tendría su primera muñeca).

Su vida en el campo era levantarse temprano, ordeñar, ayudar en la casa, y domar caballos; luego iba al colegio, pero ella quería otra cosa. Sus padres habían pensado para ella una vida rural y ella quería vivir la vida de ciudad, la que le contaba su prima a través de cartas que recibía desde Buenos Aires.

A los 20 años decidió romper el mandato familiar y venir a Buenos Aires a vivir con su tía y su prima que vivían en Belgrano. Estando en Buenos Aires se enamoró del teatro de revistas y el music hall, soñó con ser cantante pero su padre al enterarse se lo prohibió: “las mujeres sirven para la casa o para coser”, le dijo indignado. Ella efectivamente sabía cocer, consiguió trabajo en una empresa textil, pero se rehusaba a que su vida fuera sólo eso.

Con su prima, y acompañadas por su tía, iban todos los fines de semana a las fiestas que la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) organizaba en la Quinta de Olivos. Allí conoció al que iba a ser el hombre que la iba a acompañar el resto de su vida: Miguel. Él tenía teléfono, pero ella no; para ponerse en contacto se iba a hablar a un teléfono público. Estuvieron dos años de novios y luego se casaron, fue el 6 de enero de 1955.

Con Miguel pusieron una pequeña empresa donde confeccionaban bolsas: iban por las distintas localidades del país tomando pedidos y luego las repartían. La particularidad es que la que manejaba era Emma, Miguel nunca supo hacerlo. Emma se conoce todas las rutas del país y además de tener su camioneta, manejaba motos: Emma era una adelantada a su tiempo.

“Cuando me paraba la policía siempre nos cargaban porque yo era la que manejaba; el tema es que Miguel era un desastre al volante, las veces que intentó hacerlo estuvimos a punto de chocar”, dice sonriendo. Ella manejaba la camioneta; él viajaba colgado y repartía la mercadería.

Pasaban los años y Emma no podía quedar embarazada, su deseo por ser madre la llevó a someterse a tratamientos de fertilidad costosísimos y más que doloroso, a ella no le importaba: no se iba a ir de este mundo sin ser madre. Los intentos pasaban, y ella seguía con la voluntad inquebrantable. Un día el médico les dio la gran noticia: el tratamiento había funcionado y estaba embarazada. Nueve meses después llegó Patricia, su única hija.

La llegada de Patricia fue el momento de su vida. Nunca se privó de nada, iban con Patricia a todos lados. Todos los domingos iban a ver teatro de revista, amaba esos shows, y su hija iba con ellos.

Emma no pudo ser cantante, pero la música es lo que más ama. Fiel a su espíritu rebelde; nunca le gustó el tango, a ella le gustaba la música “moderna”: es fan de Nino Bravo y Sergio Denis. Además de su pasión musical, es fanática del automovilismo. De chica iba hasta la ruta con toda su familia a ver pasar los autos de competición. Su máximo ídolo fue Juan Galvez y tiene muchas fotos de él. En la actualidad, todos los domingos se sienta frente al televisor para ver las carreras de turismo carretera.

Miguel falleció hace tres meses atrás, estuvieron 63 años juntos. Ella lo recuerda con una sonrisa.

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