Portada  |  30 agosto 2019

#HeVivido: Rubén, el defensor del cooperativismo

Con 81 años, Rubén Zeida sigue al servicio del movimiento cooperativo argentino. Una filosofía de vida a la que llegó después de recorrer muchos ámbitos académicos y vivir apostando al desarrollo de la sociedad argentina. Nada lo define mejor que sus profundas convicciones y ser alguien sumamente ejecutivo.

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Rubén Zeida nació en Buenos Aires en 1938. Su padre era ruso y su madre argentina hija de rusos. Su padre se dedicaba a la industria textil en Buenos Aires. Rubén es el segundo de cuatro hermanos, el mayor ya falleció y viven sus dos hermanas menores.

Cursó la secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1956 ingresó a la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde se graduó como ingeniero en Electrónica en 1962 con diploma de honor.

A sus 81 años, cree mucho en los logros personales y la meritocracia, así como en los beneficios del Cooperativismo en tiempos de crisis.

En 1963 se casó con quien hoy es su esposa Elena Angélica Mazzeo, con quien tiene tres hijos, que le dieron cinco nietos.

El mismo año de su boda viajaron juntos a Francia, adonde Rubén fue becado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) para desarrollar las baterías solares para poner en satélites en órbita en París. Gracias a ese trabajo se doctoró en Ciencias Físicas Aplicadas.

En 1966 nació su hijo Gerard André -papá de Candela, que hoy estudia Ingeniería como su abuelo-, quien se convirtió en técnico en laboratorio del Hospital Garrahan. Un año más tarde nació Edith, contadora y mamá de Santiago.

En 1968 volvió a la Argentina y fue profesor en la Facultad de Ingeniería de la UBA y director del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica. Su especialidad siempre fue utilizar la ciencia y la tecnología para desarrollar las fuerzas productivas existentes.

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Ya en Buenos Aires, en 1972 nació Diego Martín, ingeniero electrónico que vive en Estados Unidos, papá de Lucas, Camila, Valentina.

En 1975 se trasladó primero a Colombia y luego a Brasil como funcionario de la UNESCO.

En 1986 se integró a la Confederación General de la Industria para fomentar la tecnología en las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) y en 1988 presidió el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

Durante la gran crisis económica de 1991, cuando el Hogar Obrero y el Supercoop estaban al borde de la quiebra, fue convocado para salvar la situación, y lo logró. Ese momento fue determinante para su vida: desde entonces decidió apostar al Cooperativismo en los tiempos de crisis, algo que en nuestra actualidad se hace más que necesario retomar.

"Vale la pena dedicar tantos años al Cooperativismo porque, como señalaron las Naciones Unidas en el año 2012, el movimiento cooperativista construye un mundo mejor. Se necesitan empresas solidarias y asociativas. En el mundo va creciendo el cooperativismo y cada vez más personas reciben servicios o productos cooperativos", señaló Rubén hace un año cuando fue homenajeado por los cooperativistas

 

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