Un punto. Ese fue el error de Ezequiel. Y eso lo cambió todo. Por tipear un simple punto de más en el alias, los 300 mil pesos que transfirió no fueron a parar a la cuenta de su esposa. Llegaron a la de un completo desconocido.
Cuando descubrió lo que había pasado, Ezequiel entró en shock. No durmió en toda la noche. Era una fortuna para sus modestos ingresos como obrero fabril.
El desconocido resultó ser Mateo, un chico de 14 años que al principio no entendía nada de por qué le había llegado semejante suma a su cuenta de Mercado Pago.
Hasta que empezó a recibir una catarata de transferencias de un peso de parte de Ezequiel.
¿Por qué? Porque Ezequiel había descubierto que por cada una podía añadir un mensaje. Y así aprovechaba para explicarle lo que había sucedido, pasarle su número de celular y pedirle que por favor lo llamara.
Y apenas leyó esos mensajes Mateo lo llamó. Hablaron y enseguida le reintegró el dinero. Ezequiel no tenía palabras para agradecerle. Por eso le dijo que había ganado un amigo, que contara con él si precisaba algo y que cuando uno tiene gestos como ese siempre obtiene una recompensa.
Y Mateo la obtuvo. Unos días después se acordó de esas palabras. Sus padres venían juntando peso por peso para poder comprarle unos botines, pero no había caso. No llegaban.
Tomó el teléfono y con vergüenza le preguntó a Ezequiel si podía ayudarlo con algo de dinero. Ezequiel no lo ayudó con "algo de dinero". Le preguntó el talle, le compró los botines y se los mandó por correo.
Todo había empezado por un error. Un punto cruzó las vidas de Ezequiel y Mateo. Y la historia tuvo el final más feliz.
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