Achicar gastos es una de las consecuencias inevitables de la crisis. Cristina ajustó en todo lo que pudo. Pero hace unos días ni con eso le alcanzó. Y para comprar comida tuvo que tomar la decisión más dolorosa: vender una cadenita de oro que le había regalado a su marido.
Desde enero que la situación se les empezó a complicar. Con los pocos ingresos de su marido y de sus hijos, que hacen changas, la economía familiar entró en crisis.
“Entre otras cosas, dimos de baja el cable, nos cambiamos a una compañía de teléfono más barata, dejamos de comprar productos de marca y hasta de pedir comida afuera”, cuenta Cristina.
Pero cada día debían recortar más y más. Hasta que a mediados de este mes ya no había a qué recurrir. Cristina lo habló con su marido y juntos tomaron una decisión: vender la cadenita de oro que ella le había regalado para el segundo aniversario de casados.
Le dieron 150 mil pesos por 4 gramos de oro. Y ya no los tiene. No los usó para darse ningún lujo. O sí. Compró comida.
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