Portada  |  16 abril 2019

"Nosotros queremos ser curas": así viven los jóvenes seminaristas

Tienen 25 años y en el momento de más cuestionamientos a la Iglesia católica y a los sacerdotes, decidieron ser curas. Cómo es ser seminarista hoy con exigencias rigurosas, votos irrevocables y una mirada crítica de los propios fieles.

Informes Especiales

POR DAMIÁN CARRERAS

Algunos caminan en grupos. Otros lo hacen solos por los amplios jardines del parque de la antigua casona del seminario mayor san Jose de la Diócesis de Morón. Las campanadas llaman a la primera misa del día. Son las seis de la mañana. Uno a uno los jóvenes ingresan a la capilla para la primera oración de la jornada. Es un momento de profunda reflexión. Luego tomarán sus pertenencias y saldrán a la calle. Al mundo exterior que está detrás de esos muros que los separan de la vida que alguna vez tuvieron. Y que hoy no eligen .

Son seminaristas. Jóvenes de entre 20 y 30 años que optaron por una vida consagrada a Dios. Entrar en su mundo representaba todo un misterio que fuimos develando poco a poco. Ellos mismos admiten que una mayor apertura al resto de la sociedad aportaría para que dejen de mirarlos "como bichos raros". Por eso, acceden a atendernos y hablar. Contar y decir si tapujos que tuvieron otra vida .

"Yo era capitán del equipo de rugby y la vida familiar era lo más importante para mí", asegura Patricio que tiene 22 años. El es uno de los diez jóvenes que viven y duermen allí en su formación sacerdotal .

"Toda mi vida giraba en torno a eso hasta que sentí el llamado de Dios, de ayudar a los otros. Hoy soy feliz aquí . Puedo ver a mi familia y hacer esto que es lo que deseo", dice sonriendo.

Camino por la amplia casa. Escucho risas y hasta algún entredicho. Y silencio. Un silencio de calma. "Acá vivimos como en una familia", me dice el padre Mauricio Larrosa, rector del seminario y encargado de la formación de los jóvenes que dura ocho años.

"Tenemos momentos buenos y otros no tanto. Como en toda familia, y lo solucionamos hablando. Los chicos se dedican a la oración a su formación religiosa. Salen a la calle toman el tren y van a estudiar. Eso les permite no perder contacto con la gente. Luego regresan aquí y siguen con su camino religioso", explica el sacerdote.

Me cuenta que tratan todos los temas , más aún los de abusos sexuales luego de las denuncias que pusieron a la iglesia católica en el tapete de las críticas.

"El papa Francisco nos pide claridad de pensamiento. Eso puede pasar en una familia y por ende también en la Iglesia. Es algo que se debe solucionar en el diálogo permanente".

Mi charla con otro de los jóvenes me deja ver que tiene la mente abierta al cambio. No están atados al camino que eligieron. "Hoy estoy aquí y trabajo para seguir en el camino de la fe . A veces pienso si llegaré a extrañar tener una pareja e hijos. Antes de ingresar estuve de novio. Y si ese deseo aparece nuevamente en mí puedo dejar el seminario y volver a mi vida anterior. No es lo que quiero pero la posibilidad está. Y eso es lo bueno. Poder elegir todos los días el camino que tomamos", sonríe.

Cae la noche. La última misa esta por comenzar. Los jóvenes se reúnen nuevamente ahora en una capilla mas pequeña. Sólo las velas iluminan el lugar. Nos retiramos. La tarea estaba cumplida . Conocimos más de cerca lo que pasa detrás de esos muros. Que muchas veces se transforman en barreras que nos impiden conocernos más allá de las elecciones y opiniones . La última imagen es la de uno de los jóvenes despidiéndonos con una sonrisa franca. Amable . Seguro de camino que tomó.

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