Portada  |  22 mayo 2019

"Yo ahora peleo en la cárcel": una nueva confesión con Mauro Szeta

Era un reconocido boxeador, pero abajo del ring tenía otro oficio.

Informes Especiales

Javier Orlando Acuña “El Pistón”, de 43 años, es ex boxeador, promesa de campeón y está preso hace tres años, condenado por robo a 5 años y 7 meses.

Nació en Campo Largo, un pueblito ubicado en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco. Su padre y madre trabajaban en el campo cosechando algodón, él y sus cuatro hermanos trabajaban junto a ellos. La infancia fue muy pobre, vivían en una casa de barro y todos los años padecían las inundaciones y las sequías. “Me acuerdo que cuando había inundaciones siempre venían y nos cargaban como vacas en un camión y nos daban polenta hervida para esperar que llegaran las donaciones”, recuerda. No pudo ir al colegio de forma corrida porque la localidad quedaba completamente anegada cada vez que llovía, y para llegar a la escuela debía recorrer varios kilómetros. Los padres eran muy severos y los golpeaban asiduamente.

A sus 13 años, llegó con su madre a Buenos Aires para probar suerte. “No teníamos ni idea cómo era, llegamos a Retiro y no sabíamos dónde estábamos. Vivimos un año debajo de un puente”, asegura. Él comenzó a trabajar limpiando latas en por sobras que le daban en la panadería y la mamá trabajaba por hora como empleada doméstica. Luego de un año viviendo a la intemperie, consiguieron un terreno que ocuparon en el barrio La Fábrica en Villa Tesei. “Empezamos con una carpita y después pudimos conseguir las chapas y la madera”, recuerda. Durante dos años no vieron a su padre y hermanos.

A los dos años de estar asentados en Villa Tesei, sus hermanos y su padre vinieron para quedarse. La vida en el Chaco se había vuelto muy dura, cualquier lugar era una mejor opción. Javier vendía medias en los trenes y ello lo llevó a comenzar a pelearse con otros vendedores ambulantes por el lugar de venta. Al ver que no tenía miedo, uno de esos vendedores le habló de la Federación de Box y así llegó al mundo del boxeo. El día que llegó al edificio de calle Castro Barros se encontró con Don Santos Zacarías (entrenador de campeones como Coggi y Palma). “Empecé a ir a entrenar y no tenía un mango, me prestaron ropa para poder arrancar”, cuenta.

Pasaron los años y lo que era algo amateur se transformó en una profesión, tenía 20 años y hambre de gloria. A los 22 años se hizo profesional y de a poco fue ganando peleas hasta que su consagración llegaría tras sacarle el invicto de peso mediano a Mariano Carrera. Con la plata que ganó peleando se pudo comprar una casa y ayudar a sus padres. Las peleas lo llevaron a Europa donde peleó y perdió con Kessler y con Antonio Perugino, pero por los golpes que le dio a este último lo dejó en coma.

Mientras tanto su vida personal era un caos, se separó con su mujer (tenía dos hijos) y se compró otra casa en Los Polvorines. “A esa altura yo ya era muy mujeriego y me empecé a juntar con gente que no debía, iba a prostíbulos y empecé a drogarme”, cuenta. Con la noche comenzó a suspender peleas y de a poco su profesionalismo se iba deteriorando.

“La noche me llevó a conocer chorros, yo para hacerme el poronga con el grupo fui a robar”, recuerda. El primer robo acompañó a asaltar un camión de pañales. Él era el chofer, ese fue el comienzo de su carrera como pirata del asfalto. “Salíamos una o dos veces por semana, mientras tanto seguía entrenando, pero ya no era lo mismo”, dice.

Luego vinieron las salideras entregadas en cuevas del centro porteño donde robaba sin armas, noqueaba. “La primera vez que me detuvieron fue después de una pelea en la Federación de Box, esperaron que terminara el último round y me estaban esperando abajo, me detuvieron debajo del ring”, cuenta. En una entradera que hicieron en una quinta de Pilar, durmió a los perros con pastillas e ingresaron; allí se encontraron con un gendarme que era el dueño de casa y comenzó la balacera, “yo estaba con una escopeta recortada, él me remontó y me dio un tiro en la espalda, yo le tiré y lo herí”, asegura. Tuvo cuatro causas anteriores por robo.

En 2015 se fugó de la comisaría de William Morris haciendo un boquete junto a otros cuatro presos y durante la fuga secuestró a un empresario. Para esa altura ya era miembro de la banda de secuestradores de Bunge, “durante 2015 hice más de diez secuestros”, cuenta con cierto orgullo. Uno de esos secuestros fue uno de los socios de Kellog´s, “fui a cobrar el rescate en la ruta 203 y a las diez cuadras me agarra la policía de civil, cuando me detienen era el jefe de calle que me dice que llevaba más de 43 años en las calles y que estaba esperando que cobrara el rescate para que le diera una parte a cambio de no quedar detenido; el tipo se quedó con todas las armas y los bolsos con plata, nos dio 90mil pesos del botín y nos dejó ir”, dice con bronca.

Ahora dice estar arrepentido, quiere aprovechar este tiempo en la cárcel para salir reformado. Tiene cinco hijos con distintas mujeres a quienes quiere ver crecer. Estando detenido volvió a entrenar y escribe cuentos, para no olvidar sus noches de gloria en el box imita a Osvaldo Príncipi y hace reír a sus compañeros.

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