Portada  |  15 agosto 2018

#LeRoboALosDelincuentes la historia en primera persona de un "revientatransas"

Jonathan empezó a robar a los 13 para comprarse las cosas que quería a pesar de que su familia tenía un buen pasar. Siguió en ese camino con sus amigos hasta que terminó detenido y allí dice que aprendió el “verdadero negocio”, robarle a los "transas". Informe de Mauro Szeta.

Informes Especiales

Junto a sus cómplices cae vestido de policía y con una falsa orden de allanamiento a la casa de los transas. Les piden todo lo que tengan y se lo llevan. Dice que ahora roba menos que antes porque para cada atraco necesita un gran trabajo de inteligencia.

La historia de Jonathan

Jonathan robó por primera vez a los 13 años cuando quería tener un par de zapatillas de marca. Estaba muy nervioso y con miedo. Fue con dos amigos más grandes y uno de ellos encañonó al dueño de un local de Levis en Morón. Se llevaron toda la ropa y el dinero que pudieron, y escaparon en un remís. Con el botín pudo cumplir su sueño: se compró unas zapatillas Fila que tanto deseaba. Cuando su padre lo vio entrar a su casa supo que las había conseguido por un robo. Jonathan no se olvida más de cómo lo retó. Tanto que decidió irse de su casa.

Se fue a vivir con un hermano, que ya se dedicaba a robar. Para él y su hermano, el modelo a seguir no era su padre –que se gana la vida rompiéndose el lomo en una gomería- sino su tío y sus primos, todos “altos chorros”.

Desde entonces, la carrera delictiva de Jonathan no paró de crecer. El robo a mano armada, generalmente al voleo, fue su especialidad. En cinco minutos eran capaz de robar cinco comercios, uno al lado del otro.

Pero a los 20 años le tocó perder. Asaltó a punta de pistola un comerciante, pero antes de escapar lo atrapó a policía. Fue detenido y condenado por robo, aunque como nunca apareció el arma, le dieron sólo 4 años de prisión.

Hace dos meses salió en libertad. Pero la cárcel no lo cambió. O sí, pero para peor. Dice que de la cárcel se puede salir de dos formas: “están aquellos a los que se les enfría el pecho y no roban más; y están aquellos que aprenden a convertirse en profesionales del delito. Este es mi caso”.

En la cárcel aprendió que no conviene robar al boleo. Ahora planifica cada robo antes de cometerlo. Usa la cabeza. Hace un trabajo de inteligencia. Y casi todas las veces son “trabajos” entregados. También va a lo seguro para no correr riesgos.  Por eso, aunque no es lo único que hace, casi que se especializó en algo que había hecho ocasionalmente a los 17 años: robarle a un transa.

Esa primera vez fue medio de casualidad. Un amigo del barrio le dijo que tenía un uniforme de policía y a los dos se les ocurrió qué uso darle: ir a la casa de un transa del barrio y simular un allanamiento. Incluso le mostraron un papel que ellos mismos habían escrito. Eso sí, lo rompieron delante de él, como dándole a entender que podían arreglar las cosas de otra manera. Así lo hicieron y no sólo se quedaron con toda la droga que tenía. También con el dinero.

Ahora, con 24 años, ya hasta le puso nombre a su especialidad: “revientatransas”. “La ventaja que tenés es que les robás de chamuyo. Vas armado igual, pero cuando ven el uniforme se entregan enseguida. Actuás de policía, hasta les pegás unos cachetazos y los hacés tirar al piso. Sos como un actor. Te tenés que mentalizar que en ese momento sos policía. Y te terminás llevando la plata y la droga sin siquiera sacar el arma”, cuenta Jonathan.

Por un lado, consigue plata fresca y, por otro, droga. Antes la usaba toda para consumo propio, pero ahora consume algo y el resto la vende. Es parte del negocio también.

Comentarios