Para el encuentro de "iniciación", le pidieron previamente llevar varias cosas. Desde una ensalada caesar con palta hasta botellas de alcohol. Matías no quería ir, pero le habían dicho que si no asistía iniciaría su trabajo con el pie izquierdo. Apenas llegó al lugar con otros dos ingresantes, comenzó lo peor: nueve oficiales superiores los obligaron a realizar distintos ejercicios físicos agotadores, a comer con la mano, a tomar alcohol en cantidad y a tirarse luego en una pileta de agua helada y sucia. Los maltrataron y humillaron.
Matías fue encontrado al día siguiente en un colchón. Estaba inconsciente, tirado en el complejo militar. Ezequiel recibió un llamado al poco tiempo, desde un hospital. Un llamado frío de una voz que le anunciaba la muerte de su hijo. Cuando llegó al lugar, le afirmaron que Matías había muerto por broncoaspiración, ahogado.
Hoy, con un dolor y desesperación agobiantes, Ezequiel Chirino atraviesa el camino judicial. A la Justicia le pide principalmente rapidez. Los acusados por la muerte de Matías están libres, y el mayor temor de la familia se basa en que, si no avanza la cusa, los 9 oficiales pueden llegar a fugarse por la Triple Frontera. Entienden que eso podría llegar a suceder, porque se encuentran cerca de dicho paso fronterizo.
Mientras atraviesa su duelo, Ezequiel intenta reunir todo tipo de pruebas por su cuenta, para darle impulso al caso, y obtener una fecha de juicio. “Quienes causaron la muerte de mi hijo deben ser condenados, sin demoras”, concluye.
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