La fiesta electrónica había sido organizada en la Ciudad de Buenos Aires, en Costa Salguero. Seis personas murieron por causas relacionadas a la falta de responsabilidad y negligencia de los organizadores del festival. El calor era agobiante, sumado a una ventilación casi nula y el exceso de gente. El número de ingresos fue más del doble del permitido, y eso no es todo. El agua escaseaba, habían cortado todas las canillas de los baños, el precio de las aguas era inaccesible, no había controles estrictos y la atención médica era ineficiente.
Según cuentan los familiares, analizando las pericias, el nivel de toxicidad de las víctimas era bajo, por lo que la consumición de drogas era una improbable causante de muerte. En el caso de Francisco, él se desvaneció en la madrugada, y nadie lo notó. Permaneció en el piso un tiempo prolongado, hasta que una persona del público lo vio y lo llevó a una de las carpas de atención médica. Allí no fue atendido por emergentólogos, sino que una médica psiquiatra le inyectó una antipsicótico. Francisco falleció 15 minutos después.
Los organizadores del evento ignoraron todo riesgo, no reaccionaron ante el desastre ocurrido. Es más, la fiesta duró mucho tiempo más. Los familiares, con un dolor penetrante, transitaron años de lucha y esfuerzo para obtener justicia. Pero no la lograron. Absolvieron a dos de los principales acusados, y todos los demás (como ser los inspectores) no obtuvieron ningún tipo de pena.
Mónica, madre de Francisco, intenta sobrellevar el dolor de la mejor manera posible. Para salir adelante, en momentos se propone abstraerse de tantos recuerdos y realidad tortuosa. A dicha postura la nombra como “mamá cósmica”, es aquella madre que sabe que la mayor forma de honrar a su hijo es preservándose y manteniéndose fuerte para su familia.
Entiende que es lo que Francisco le hubiera pedido. La conexión con su hijo es constante, lo extraña en cada suspiro y pensamiento, en cada segundo de su vida. Y, en ciertos momentos, se torna en lo que ella denomina “madre visceral”, que es aquella madre que sufre por la muerte de su hijo, lo llora constantemente, lo necesita inmediatamente, una madre desahuciada cuya vista se remite solamente al pasado, no mira el presente ni proyecta a futuro. Como si respirar se volviera sumamente complejo, como si vivir con la ausencia de su hijo se convirtiera en un casi imposible.
Mónica decide no ocultar ni callar sus momentos de quiebre, pero a la vez entiende que lo mejor para ella es seguir adelante, e incluso ayudar a otras familias de víctimas a hacer lo mismo. Seguir adelante, recordando a su hijo, amándolo como siempre.
Comentarios