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Murió Moisés Borowicz, sobreviviente del Holocausto: la historia del respetado aliado de la memoria

Tras la triste partida, la memoria misma permanece a su lado, de luto: perdió a su principal garante.
Por Telefe Noticias

Actualidad: Murió Moisés Borowicz, sobreviviente del Holocausto: la historia del respetado aliado de la memoria

La memoria perdió un eslabón fundamental. Falleció Moisés Borowicz, quien sobrevivió al horror del Holocausto. Su encierro en 7 campos de concentración nazis lo obligó a conocer el odio más profundo de la naturaleza humana. Tragó a golpes sórdidos el desprecio, la desidia y la miseria a la que sorprendentemente un individuo puede llegar. Enfrentó eso y un millar de espantos, como ser el posterior descreimiento. Fue un fiel luchador contra el olvido, relató su historia con todo de sí. Con palabras sabias y una mirada penetrante como pocas. Describió lo indescriptible, hasta agotar su aliento y extenuar sus huesos, hasta debilitar casi por completo su cuerpo. Ese cuerpo tatuado involuntariamente que todo lo pudo y que tanto aprendió a soportar. 

Moisés nació en un pequeño pueblo de Polonia, llamado Sokoly. Su familia estaba compuesta por sus padres -Nochim Borowicz y Chana Rachelsky- y sus dos hermanos -David y Yehuda Borowicz. Tuvo una hermosa infancia hasta sus 12 años, cuando Alemania ocupó Polonia. Desde ese entonces vivió en condiciones infrahumanas, escondiéndose y escapándose de las garras del nazismo. Con su familia permanecieron en un pozo que ellos mismos cavaron en un bosque, hasta que fueron encontrados.

Los llevaron al ghetto de Byalistock, y luego a distintos campos de concentración y exterminio, entre ellos Majdanek, Mathausen, Plaszow y Ebensee. Sus padres fallecieron en el primero de los traslados, en Treblinka. El vagón en el que ambos viajaban- con mujeres, personas mayores y niños- fue desprendido del tren para provocar la muerte de quienes viajaban dentro. Y el horror era interminable. Su hermano David enfermó de tifus, su hermano Yehuda intentó escaparse de uno de los trenes y nunca más volvió a verlo. La soledad se tornó asfixiante.  

La muerte amenazó a Moisés innumerables veces, como cuando estuvo a punto de ser incluido en un grupo de personas debilitadas que luego fueron asesinadas, o como cuando un oficial nazi quiso dispararle por la espalda y le falló el arma.

Pareciera que su misión era clara e indiscutible: transmitir la brutalidad inconmensurable de aquel entonces, con la total convicción de que sin conciencia hay altas probabilidades de que la historia vuelva a repetirse. 

Con rebosante valentía decidió ya en su adultez volver a Polonia y a los campos de exterminio -que hoy son enormes museos de la atrocidad- para seguir transmitiendo, para combatir en vida el recuerdo del espanto, para persistir en su ímpetu de hacer memoria.  

A pesar de su terrible historia y de la tristeza más agobiante que la soledad puede causar, Moisés era una persona feliz, amante de los chistes. Enseñó, acaso sin notarlo, que el horror incomprensible puede convivir con el deseo de disfrutar una vida plena y encontrar un futuro esperanzador. Que aún con los peores recuerdos, la memoria es capaz de atesorar valiosos momentos, y hasta bailar entre risas. Esas que hicieron de su vida una mezcla agridulce, un camino sinuoso entre la angustia y el puro humor. Fue un maestro, y nunca lo supo

Tras la triste partida, la memoria misma permanece a su lado, de luto, porque perdió a su respetado aliado. 

Con esta pérdida, se ha ido uno de los relatos más terribles de la Segunda Guerra Mundial. Por el paso del tiempo, quedan cada vez menos sobrevivientes con capacidad de transmitir sus historias en carne propia. Mediante esta publicación, recordamos y honramos a quienes han sido víctimas del Holocausto.  

Por Michelle Mendeluk 

Fotos: Daniel Silicaro

Para más información sobre la vida de Moisés, se puede recurrir a su libro “La profecía del criminal”.