Internacionales
Lula detenido ante un país dividido
Por Damián Carreras
Vi su mirada perdida en la multitud que lo llevaba en andas hasta el lugar que lo vio nacer. Me abrí paso para obtener su respuesta y quedé a sólo un metro de distancia. “¡Lula, Lula!”, le grité. Fueron segundos eternos. Vi a un hombre seguro de sí pero conmovido por la decisión que acababa de anunciar. Se entregaría a la Justicia. Y demostraría su inocencia.
El sindicato de los metalúrgicos fue su casa. Allí creció políticamente y allí pronunció su último discurso antes de entregarse a las fuerzas federales de Brasil y quedar detenido. “Lula preso”, es la noticia. Vi a la gente llorar y aclamarlo. Le imploraban que no se entregue.
“¡Resistiremos!”, gritaban con sus puños levantados. Pero la decisión estaba tomada. Horas más tarde, el líder del PT saldría del lugar a bordo de un automóvil gris como el sentir de su gente, para cumplir la condena por el delito de corrupción. Para sus seguidores todo esto no es más que un complot contra su líder.
No es este, sin embargo, el sentir de todo el pueblo de Brasil. En otros barrios de Sao Paulo la gente pedía por Justicia y se mostraba conforme con la detención del expresidente. "Lo voté en su primer mandato pero si robó que pague con la cárcel", me dijo un taxista mientras cruzábamos la ciudad. Se trata de una opinión que escuchamos reiteradamente durante nuestra cobertura.
Desde la ventanilla del avión pude ver, en tanto, la enorme extensión de un país dividido por una grieta que se profundiza a cada paso y recuerdo lo que me dijo un hombre en Río de Janeiro: “No sé qué harán con Lula, pero yo mañana tengo que salir a trabajar como siempre para intentar llegar a fin de mes”.