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Ruanda conmemora el 30º aniversario del genocidio contra los tutsis
Como todos los años, el 7 de abril, el día en el que las milicias hutus empezaron las matanzas, se encendió una llama en el Memorial de Gisozi, en la capital Kigali, donde se cree que están enterradas unas 250.000 personas.
El genocidio en Ruanda es considerado una de las peores masacres del siglo XX.
El presidente Paul Kagame, fundador del Frente Patriótico Ruandés (FPR), el grupo rebelde que tomó el poder y puso fin a las matanzas en julio de 1994, encabezó la ceremonia.
"Es la comunidad internacional que nos abandonó a todos, por desdeño o cobardía", declaró el mandatario poco después, en un discurso ante varios miles de personas en el BK Arena, una sala ultramoderna de la capital.
En la conmemoración participaran dirigentes y dignatarios extranjeros, entre ellos el exmandatario estadounidense Bill Clinton, que era presidente en 1994 y que calificó la inacción frente a estas matanzas como el mayor fracaso de su gobierno.
El presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), Moussa Faki Mahamat, declaró a su vez: "Nadie, ni siquiera la UA, puede no disculparse por su inacción ante la crónica de un genocidio anunciado. Tengamos el valor de reconocerlo y de asumir nuestra responsabilidad".
Francia envió al ministro de Relaciones Exteriores, Stéphane Séjourné, y al secretario de Estado del Mar, Hervé Berville, nacido en Ruanda y evacuado en los primeros días del genocidio.
Durante siete días, no se permitirá música en lugares públicos ni en la radio. Tampoco estará autorizado la difusión por televisión de eventos deportivos y películas, a menos que estén vinculados a la conmemoración.
Las masacres comenzaron al día siguiente del atentado que mató al presidente Juvénal Habyarimana, de etnia hutu, tras meses de una virulenta campaña de propaganda contra los tutsis.
Durante tres meses, el ejército, las milicias Interahamwe, pero también ciudadanos de a pie masacraron -con pistolas, machetes o garrotes- a los tutsis, a quienes denigraron con el calificativo de "inyenzi" ("cucarachas" en kinyarwanda), y a opositores hutus.
La masacre terminó cuando los rebeldes tutsis del FPR tomaron Kigali el 4 de julio, provocando un éxodo de cientos de miles de hutus a Zaire (actual República Democrática del Congo).
Treinta años después, Ruanda, una excolonia belga y alemana, sigue desenterrando fosas comunes.
La comunidad internacional fue duramente criticada por su inacción antes y durante el genocidio.
Francia, que mantenía estrechas relaciones con el régimen hutu cuando comenzó el genocidio, fue acusada durante mucho tiempo de "complicidad" por el gobierno ruandés.
Desde hace 30 años, Ruanda lleva a cabo una labor de reconciliación, en particular con la creación en 2002 de tribunales comunitarios, los "gacaca", donde las víctimas podían escuchar las "confesiones" de los verdugos.
Organizaciones de derechos humanos, incluidas Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW), piden que se aceleren los juicios de los responsables del genocidio.