Curiosidades
Alemania: convierten leche desechada en tela
Anke Domaske, una joven microbióloga y diseñadora de moda alemana, quiso ayudar a un pariente enfermo a poder vestirse sin que la tela le hiciera mal.
Cuando tenía 26 años, en 2009, su padrastro desarrolló leucemia. "No podía encontrar nada con qué vestirse porque tenía un sistema inmunológico tan bajo que su piel reaccionaba a todo", dice Domaske a La Nación, desde su fábrica en Hannover, Alemania.
La mayoría de las telas contienen productos químicos utilizados tanto en el cultivo como en la fabricación: la producción de algodón, por ejemplo, utiliza el 35 por ciento de los insecticidas y plaguicidas del mundo, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, de acuerdo con sus siglas en inglés).
Entonces Domaske y un pequeño grupo de amigos, que más tarde se unirían a su compañía Qmilk, fueron a un mercado cercano y compraron 200 dólares en leche y herramientas básicas para cocinar, incluido un gran termómetro de cocina.
Y empezaron a experimentar. Utilizaron una técnica de los años 30 para fabricar fibra de caseína de leche como punto de partida. "Al final probamos más de 3000 recetas", cuenta. Finalmente tardó nueve meses en crear una tela que no se disolviera en el agua.
Los críticos eran muchos, recuerda Domaske. "Me decían: 'Usá algunos productos químicos y lo vas a conseguir más rápido y sin problemas'. Pero yo era tan terca que dije que no, que tenía que trabajar sólo con recursos naturales", recuerda.
Así logró convertir la leche en una tela similar a la seda. Su descubrimiento puede haber creado una oportunidad ecológica gigante tanto para los agricultores como para los fabricantes de telas de todo el planeta.
Su idea está en vías de ser patentada, pero el proceso es simple: usar leche, dejar que se vuelva agria, secarla hasta convertirla en polvo de proteína (como el que usan los atletas); luego se la mezcla con agua y otros ingredientes naturales formando una sustancia esponjosa como una bola de algodón, y entonces de ahí se sacan los hilos. Para ellos Domaske sólo usa leche que es desechada. Y dice que se necesitan dos litros de agua para crear un kilo de tela, que después se puede vender por unos 27 dólares.
Debido a las normas de salud y seguridad, los agricultores alemanes tiran alrededor de dos millones de toneladas de leche cada año, cantidad suficiente para llenar 770 piletas olímpicas.
QMilk usa 1000 toneladas de leche residual cada año, y paga alrededor de cuatro centavos de dólar por litro. Actualmente, la compañía trabaja con cerca de 20 agricultores en Alemania, aunque Domaske tiene planes de expandirse.
Uno de estos agricultores es Bernd Pils, que tiene más de 120 vacas lecheras en su finca a unos 100 kilómetros de Hannover. Él explica que cuando sus vacas están alimentando a sus becerros o están enfermas y están tomando medicamentos no puede vender la leche. Ahora, puede venderla a Qmilk.
"Me parece emocionante porque siempre hay una parte de nuestra leche que no se puede usar para el consumo humano, por lo que es ideal para el desarrollo sostenible", dice.
Domaske no proporcionó detalles financieros, pero asegura que recibió más de 1000 consultas por la fibra de Qmilk, después de que la compañía fuera lanzada oficialmente en 2011, con 10 empleados y una inversión inicial de seis millones de dólares.
La línea de producción ahora se ejecuta en dos turnos, centrada en una máquina de extrusión de 11 metros de alto que extrae hilos largos como una máquina de spaghetti.
Domaske suele meter un hilo en su boca para mostrarles a los visitantes lo seguro que es el material. La tela, afirman, es buena en la lucha contra las bacterias, suave como la seda al tacto, biodegradable, lavable a máquina y da frescura en verano y tibieza en invierno.