En medio de la ola de casos de dengue nadie escapa al miedo al contagio. Pero lo de Soledad es más que miedo. Es pánico. A veces hasta se resiste a salir de su propia casa. Porque ya sufrió la enfermedad, estuvo muy grave y sabe el peligro que encierra volver a tenerla.
“Tuve que tratarlo en mi sesión de terapia, porque me dejó un trauma psicológico”, cuenta. Y el trauma se acentuó ahora, con la proliferación de mosquitos y el riesgo de volver a contagiarse.
Y eso se refleja hasta en las cosas más cotidianas. Tiene miedo de estar en espacios verdes -incluso en su propio jardín-, terror a ver simplemente un mosquito y limitaciones para disfrutar de una vida social plena.
Para sentirse un poco más segura, Soledad vive todo el tiempo con el repelente a mano, revisa cada rincón de la casa en busca de mosquitos y no hay ambiente donde no tenga un espiral a una tableta para eliminarlos.
“Sí, es un calvario”, reconoce y no puede contener la angustia.
Comentarios