Actualidad
Empezaron vendiendo mates en una plaza y terminaron cambiando dos vidas para siempre
Un emprendimiento familiar que nació con siete mates y hoy acompaña el crecimiento de dos hermanos desde hace siete años.
En 2018 Valentín y Antonella tenían apenas un sueldo de empleado de supermercado, siete mates, siete termos y el sueño de ser independientes. Hoy, “Amor de Mates” es mucho más que un emprendimiento: es la historia de cómo dos jóvenes construyeron un negocio y, sin buscarlo, se convirtieron en referentes para Giuliano y Juan, dos hermanos que encontraron en ellos mucho más que una ducha caliente o un plato de comida.
El comienzo: sin miedo a la “manta”
"Yo recién había terminado el secundario y él trabajaba en un súper. Con el sueldo del tercer mes compramos los primeros mates", recuerda Antonella. La primera prueba fue en una placita de Río Cuarto, con una manta extendida en el piso. "Lo que más nos daba vergüenza era atender, no estar ahí vendiendo. Cuando venía alguien nos mirábamos y decíamos: '¿vas vos o voy yo?'", cuenta entre risas.
Lo que empezó como una forma de ganar libertad y disfrutar juntos se transformó en un proyecto serio. Al principio, la ganancia de 100 pesos por mate se iba en yerba y bizcochitos para pasar la tarde. Pero de a poco, descubrieron el poder de las redes sociales y la reinversión. “Nos dimos cuenta de que toda la venta pasaba por las buenas imágenes y el buen contenido. Ahí decidimos crear un Instagram propio con la marca”, explica Valentín.
Juli y Juan: mucho más que un negocio
En ese mismo predio municipal donde frecuentaban, conocieron a Giuli y Juan, dos hermanos, de 14 y 12 años hoy 1ue vivían en una casa que la municipalidad les prestaba a su familia. "Empezaron a cruzarse con nosotros, a tomar el té, a pedir algo para comer. Después, uno por querer ayudarlos, les empezamos a ofrecer que podían pasar tiempo con nosotros", cuenta Antonella.
El primer gran paso fue una ducha caliente. "Nunca me olvido de la primera vez que se la dimos en nuestra casa. Uno lo ve tan normal, pero son pasos que te marcan", dice Valentín con emoción.
Lo que comenzó de forma natural se convirtió en un compromiso de vida. Hace tres años tramitaron un permiso especial ante sus papás biológicos para viajar con los chicos dentro de Argentina y a países limítrofes. Desde entonces, cada vacaciones de invierno y verano son una aventura compartida. "Ahora que aprendieron a leer, cuando viajamos leen todos los carteles en la ruta. Eso te emociona, es bastante fuerte", confiesa Antonella.
El apoyo que transforma
El acompañamiento va mucho más allá de los viajes. Desde el año pasado, Valentín y Antonella los ayudan con clases particulares para aprender a leer y escribir. "Tienen 14 y 12 años, van a la escuela, pero el sistema está muy atrasado. No sabían ni leer ni escribir", explica ella.
También está el deporte presente. Giuli juega al fútbol y Valentín lo lleva entre semana a la escuelita. "Les inculcamos valores, que sean respetuosos. Es todo un proceso bastante heavy, pero es muy lindo ver el progreso", dice.
Recientemente, la pareja compartió por primera vez la historia de los chicos en sus redes sociales. "Nunca habíamos subido nada de ellos a la página y hubo todo un revuelo. La gente se interesó. Pero lo hacemos de a poco, siempre que ellos quieren", aclara Antonella.
Un futuro para todos
Hoy, Amor de Mates tiene una oficina comercial desde donde envían mates a todo el país y al extranjero, además de un local en Río Cuarto. Los planes para 2026 incluyen abrir otro punto de venta, probablemente en Mendoza o Córdoba Capital, las provincias desde donde más pedidos reciben.
Pero el proyecto más importante es el futuro de Juli y Juan. "La idea es que puedan tener una oportunidad de trabajo con nosotros el día de mañana, si así lo quieren. Por ahora están re entusiasmados", cuenta Valentín. Sin embargo, aclara: "Lo principal es que terminen la escuela y que aprendan a ser mejores personas. Si no les gustan los mates, que emprendan con lo que les guste. Si les gusta la pesca, que vendan cosas de pesca. Hay tanto en el mundo del emprendedor".
Una lucha constante, una gratificación infinita
El camino no ha sido fácil. "Es una lucha constante, con el sistema escolar, con la realidad que viven. Uno queda afuera y no puede hacer mucho. Hay que acompañar de un lado medio acostado y hacerse fuerte entre nosotros" ,cuenta Antonella.
Pero la gratificación supera cualquier dificultad. "Han pasado muchos años y verlos hoy ya grandes... es duro, pero es muy lindo, muy gratificante", concluyen.